martes, 18 de febrero de 2014

Dominicana y sus gentes

Antes de llegar a Santo Domingo tenía buenas referencias sobre la forma de ser y el carácter de la gente. Que si gente educada, amable, divertida... Las expectativas eran altas.

Tras haber cumplido algo más de un mes en estas tierras, y sabiendo que aun me queda mucha más gente por conocer, puedo decir que es completamente cierto. Las anécdotas con los dominicanos no terminan nunca y siempre suceden con una sonrisa en su cara. El ritmo pausado con el que viven es parte de su ADN, solo hay que habituarse a él para no corres el riesgo de que tu paciencia se agote.

Aunque estas impresiones son, obviamente, una generalización, mi percepción del dominicano es la de una persona cercana y acogedora que está deseando que te sientas a gusto en su país. Es cierto que, en general, los españoles tenemos buena imagen en estas latitudes. Gran cantidad de personas tienen o han tenido amigos o familiares viviendo en España. También es habitual el que tiene un abuelo u otro antepasado español. Además, la actualidad española está muy presente en República Dominicana y son conscientes de la crisis que vivimos al otro lado del Atlántico. Todas estas cosas hacen que los lazos de unión entre los dos pueblos sean muy estrechos y que, en ocasiones, se dirijan a España como "la madre patria".

Sin embargo también hay cierto recelo minoritario para algunos que tienen presente el período colonial y lo asocian al expolio de riquezas, el exterminio de la población taína, el trato esclavista, etc.

Luna trasera de un coche
La sociedad dominicana presenta ciertas contradicciones. Por un lado la religión está presente allí dónde estés. Raro es el taxi o autobús que no lleva escrito frases alentando a la venida de Jesús. El cristianismo está muy presente, no solo desde óptica católica, si no también a través de numerosas sectas de raíz cristiana. Por el país pueden encontrarse templos de los adventistas del séptimo día, evangelistas, seguidores de Cristo de los últimos días, etc.

¿Comida o circunstancias?
En las plazas no es raro encontrar a hombres con un altavoz predicando. Pero es curioso que todos los argumentos que esgrimen están basados en la predicación del miedo, de un futuro terrible que se avecina y del que la fe es la única vía de salvación.

Además la Iglesia como institución tiene un gran poder de decisión en los asuntos de Estado. Llama la atención que en República Dominicana el aborto está prohibido en todos los casos, incluyendo con fines terapéuticos para salvar la vida de la madre o la violación, algo que solo sucede en otros cinco países más en todo el mundo.

Esto contrasta con lo sexualizada que es la sociedad. Todo gira en torno al sexo y, por lo que se cuenta, las infidelidades son muy habituales tanto en hombres como en mujeres. En todas las carreteras de salida de la capital se encuentran numerosos recintos de "cabañas", que son moteles con garaje individual y privado en cada habitación para que los clientes acudan de forma discreta con su acompañante.
Foto de varias cabañas, cortesía de Google

Por otro lado, la sociedad dominicana es tremendamente consumista para tratarse de un país con tanta pobreza. Se percibe en la cantidad de centros comerciales con multitud de tiendas y restaurantes, hacia los que se ha trasladado el ocio de las nuevas generaciones urbanas. Además, el número de vehículos de lujo es abrumador. En las calles de la capital se ven más coches de gama alta que en la calle Serrano de Madrid, y es que según dicen, hay familias que se alimentan a base de arroz aunque no lo aparenten a juzgar por el carro que manejan. Una de las consecuencias es que el país está viviendo una burbuja similar a la española hace unos años, donde la especulación es brutal con viviendas a precios desorbitados y con los coches que, al contrario de lo que pudiera parecer, no bajan con el paso de los años. Es normal encontrar vehículos de 2001 a unos 4.000€.

Un colmado cualquiera
Ante todo, el dominicano cuida mucho su tiempo de ocio, en general con excesos de alcohol. La intensidad de la diversión es tal que, como medida para evitar que gasten sus nóminas antes de tiempo y puedan llegar a fin de mes, los salarios se pagan cada quincena.

Este tiempo de ocio se centra principalmente en los colmados, que son como las clásicas tiendas de ultramarinos en las que encuentras prácticamente de todo y que además tienen servicio a domicilio. Hay uno en cada esquina y es imposible concebir Santo Domingo sin ellos, ya que son el centro de reunión social por antonomasia.
Partida de ajedrez en la calle El Conde
El Son en la zona colonial














En la zona colonial se encuentran numerosas partidas callejeras de ajedrez y dominó en las que la gente participa de forma espontánea. Mi lugar preferido, el parque Duarte, es una plaza en el corazón de la zona colonial en el que personas de todas las edades pasan la noche sentados en sus bancos charlando mientras toman ron o cerveza. La diversión continua en los numerosos locales en los que la gente baila bachata, merengue o salsa. Destaca el Son que consiste en conciertos en directo en la calle dónde tocan música popular y la gente baila como sólo aquí saben hacerlo. Y es que, los dominicanos no conciben la vida sin la música, siempre a prueba de los oídos más sensibles.

Por su parte, las generaciones más jóvenes y de mayor renta acuden a multitud de locales "pijos" que están en la zona más moderna de la ciudad. Y para terminar la noche es habitual visitar alguna discoteca de la avenida Venezuela o bien, hacer una visita a la Resistencia, que es el hogar particular de una mujer, que lo ha habilitado como bar after hour. En este garito lo mejor de cada casa termina la fiesta entre sus pasillos, habitaciones y cuarto de estar.

Sancocho dominicano
Cuando por fin llega el lunes y hay que combatir la resaca, lo más recurrente es tomarse un "sancocho" que consiste en un guiso de yuca, plátano y carne, muy sabroso y que, efectivamente, te quita todos los males...














martes, 4 de febrero de 2014

Toma de contacto

Estatua a Colón
Aquí crónicas taínas de regreso. En esta entrada, quiero relatar las impresiones de las primeras semanas en Santo Domingo.

Y es que siempre que viajo, los primeros días en un lugar nuevo, camino con los sentidos más activados de lo normal, observando las diferencias y las novedades que desfilan a mi alrededor. Al fin y al cabo he pasado unas semanas en alerta para ver cómo lo que en un principio es anecdótico, se convierte en normal  y en rutinario. Es por ello que quizás el tiempo de los primeros días parece más dilatado, ya que cada detalle se queda grabado a fuego en la memoria.

La primera impresión que tuve al llegar a Santo Domingo fue ligeramente negativa, aunque venía cargado de un optimismo que me hizo no darle demasiada importancia. Y es que estoy hablando de una ciudad bastante grande (cerca de 3 millones de habitantes incluyendo el área metropolitana) en la que reina el caos. El tráfico infecta a todas las arterias de la urbe a casi todas las horas del día con atascos (tapones como los llaman por aquí) permanentes. A esto hay que añadirle que los dominicanos conducen muy mal y de forma imprudente. La bocina, más que una señal de aviso, parece una extensión de las extremidades de los conductores, que no dudan en usar a la mínima oportunidad de forma cansina.  Además la gran cantidad de coches antiguos hacen que el aire sea irrespirable si te acercas a cualquier vehículo en marcha.

Por otro lado, para un españolito de a pie, acostumbrado a caminar por las ciudades en las que vive o visita, venir aquí supone un cambio de mentalidad. La influencia estadounidense acompañada por grandes distancias y un transporte público deficiente, hace que todo esté pensado para ir en coche. Cuándo preguntas a cualquier persona por una dirección concreta y lo que se tarda andando, te miran con cara extraña, y es que los dominicanos no caminan a ningún sitio.

El transporte público merece atención aparte. Por un lado el moderno metro de la ciudad, recientemente inaugurado, tiene dos líneas que dan servicio a zonas que, en mi caso, no sirven en mi día a día. Contrastan con los conchos, coches compartidos para los que el estar destartalados parece un requisito. Éstos recorren las principales avenidas de la ciudad de principio a fin y recogen y dejan a la gente en cualquier punto de las mismas. Lo curioso es que van abarrotadas con cuatro personas detrás y tres delante. Al principio llama mucho la atención, pero cuando te vas acostumbrando la verdad es que es toda una experiencia.
Apertura de puerta de un concho
Parte delantera de un concho con ocupación completa

Eso en cuanto a la ciudad, pero la gran aventura de los primeros días ha sido la búsqueda de apartamento. Lo principal a tener en cuenta era la zona en la que queríamos vivir. Antes de venir, había dado por hecho que la gente asimilaría la zona colonial como el centro de la ciudad, pero aquí eso no ocurre. Lo que aquí llaman centro de la ciudad son las grandes avenidas donde están situados edificios de oficinas, grandes centros comerciales y barrios residenciales. Si entendemos por centro de una ciudad dónde se produce la actividad económica, desde luego que sí que es el centro. Pero el concepto europeo de centro de la ciudad siempre ha ido unido al casco histórico.

Calle cercana a la Zona Colonial
Una vez aclarado este punto, decir que, por varias recomendaciones, nos disponíamos a buscar apartamento cercano a la oficina, esto quiere decir, en la "zona centro" de la ciudad. Allí los apartamentos en general son modernos aunque caros. La mayoría cuenta con servicio propio de seguridad y lo que se llama aquí planta full, que se refiere a un generador de gasoil para utilizarlo cuando se producen los habituales cortes del suministro eléctrico. Lo bueno de esa zona es que es algo más segura y que hay menos cortes de luz.

Mi habitación
Estuvimos a punto de alquilar uno pero tuvimos una mala experiencia con un propietario que no tenía palabra y nos dejó tirados. Lo que en un principio supuso una desilusión, pensándolo con perspectiva, parece que fue lo mejor que podría haber sucedido. A raíz de esa situación conocimos a un grupo de españoles que vivía en la zona colonial y nos abrió la mente acerca de esta parte de la ciudad. Vimos un apartamento que nos encantó y que era más o menos lo que buscábamos y a mejor precio. Pros: zona colonial, lo más bonito de la ciudad, donde está la vida  para salir, se puede pasear, hay actividades casi todos los días de la semana, concho directo hasta la oficina. Contras: está más lejos del trabajo, potencialmente tiene más cortes de luz.

La decisión final por esta opción ha estado clara y creo que es la acertada para la vida que quiero llevar este año. Una vez instalados en nuestro nuevo hogar, ya queda disfrutar de la vida de la ciudad de forma más pausada y tranquila, más local, más dominicana...
La catedral