martes, 4 de febrero de 2014

Toma de contacto

Estatua a Colón
Aquí crónicas taínas de regreso. En esta entrada, quiero relatar las impresiones de las primeras semanas en Santo Domingo.

Y es que siempre que viajo, los primeros días en un lugar nuevo, camino con los sentidos más activados de lo normal, observando las diferencias y las novedades que desfilan a mi alrededor. Al fin y al cabo he pasado unas semanas en alerta para ver cómo lo que en un principio es anecdótico, se convierte en normal  y en rutinario. Es por ello que quizás el tiempo de los primeros días parece más dilatado, ya que cada detalle se queda grabado a fuego en la memoria.

La primera impresión que tuve al llegar a Santo Domingo fue ligeramente negativa, aunque venía cargado de un optimismo que me hizo no darle demasiada importancia. Y es que estoy hablando de una ciudad bastante grande (cerca de 3 millones de habitantes incluyendo el área metropolitana) en la que reina el caos. El tráfico infecta a todas las arterias de la urbe a casi todas las horas del día con atascos (tapones como los llaman por aquí) permanentes. A esto hay que añadirle que los dominicanos conducen muy mal y de forma imprudente. La bocina, más que una señal de aviso, parece una extensión de las extremidades de los conductores, que no dudan en usar a la mínima oportunidad de forma cansina.  Además la gran cantidad de coches antiguos hacen que el aire sea irrespirable si te acercas a cualquier vehículo en marcha.

Por otro lado, para un españolito de a pie, acostumbrado a caminar por las ciudades en las que vive o visita, venir aquí supone un cambio de mentalidad. La influencia estadounidense acompañada por grandes distancias y un transporte público deficiente, hace que todo esté pensado para ir en coche. Cuándo preguntas a cualquier persona por una dirección concreta y lo que se tarda andando, te miran con cara extraña, y es que los dominicanos no caminan a ningún sitio.

El transporte público merece atención aparte. Por un lado el moderno metro de la ciudad, recientemente inaugurado, tiene dos líneas que dan servicio a zonas que, en mi caso, no sirven en mi día a día. Contrastan con los conchos, coches compartidos para los que el estar destartalados parece un requisito. Éstos recorren las principales avenidas de la ciudad de principio a fin y recogen y dejan a la gente en cualquier punto de las mismas. Lo curioso es que van abarrotadas con cuatro personas detrás y tres delante. Al principio llama mucho la atención, pero cuando te vas acostumbrando la verdad es que es toda una experiencia.
Apertura de puerta de un concho
Parte delantera de un concho con ocupación completa

Eso en cuanto a la ciudad, pero la gran aventura de los primeros días ha sido la búsqueda de apartamento. Lo principal a tener en cuenta era la zona en la que queríamos vivir. Antes de venir, había dado por hecho que la gente asimilaría la zona colonial como el centro de la ciudad, pero aquí eso no ocurre. Lo que aquí llaman centro de la ciudad son las grandes avenidas donde están situados edificios de oficinas, grandes centros comerciales y barrios residenciales. Si entendemos por centro de una ciudad dónde se produce la actividad económica, desde luego que sí que es el centro. Pero el concepto europeo de centro de la ciudad siempre ha ido unido al casco histórico.

Calle cercana a la Zona Colonial
Una vez aclarado este punto, decir que, por varias recomendaciones, nos disponíamos a buscar apartamento cercano a la oficina, esto quiere decir, en la "zona centro" de la ciudad. Allí los apartamentos en general son modernos aunque caros. La mayoría cuenta con servicio propio de seguridad y lo que se llama aquí planta full, que se refiere a un generador de gasoil para utilizarlo cuando se producen los habituales cortes del suministro eléctrico. Lo bueno de esa zona es que es algo más segura y que hay menos cortes de luz.

Mi habitación
Estuvimos a punto de alquilar uno pero tuvimos una mala experiencia con un propietario que no tenía palabra y nos dejó tirados. Lo que en un principio supuso una desilusión, pensándolo con perspectiva, parece que fue lo mejor que podría haber sucedido. A raíz de esa situación conocimos a un grupo de españoles que vivía en la zona colonial y nos abrió la mente acerca de esta parte de la ciudad. Vimos un apartamento que nos encantó y que era más o menos lo que buscábamos y a mejor precio. Pros: zona colonial, lo más bonito de la ciudad, donde está la vida  para salir, se puede pasear, hay actividades casi todos los días de la semana, concho directo hasta la oficina. Contras: está más lejos del trabajo, potencialmente tiene más cortes de luz.

La decisión final por esta opción ha estado clara y creo que es la acertada para la vida que quiero llevar este año. Una vez instalados en nuestro nuevo hogar, ya queda disfrutar de la vida de la ciudad de forma más pausada y tranquila, más local, más dominicana...
La catedral

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